Pederastia. La mancha imperdonable de la humanidad | Nínive Alonso Buznego. Abogada y Filósofa
- Nínive Alonso
- 18 ago 2022
- 3 Min. de lectura
Artículo publicado en LA NACIÓN, Ecuador (09/09/2021)
Por Nínive Alonso Buznego
Abogada y Filósofa
Decía el marqués de Sade – filósofo francés s. XVIII- que la idea de Dios era el único error por el que no podía perdonar a la humanidad, sin embargo, tan excelso analista de los bajos y malvados instintos humanos, lo que seguramente no podía perdonar, como yo tampoco, es la tremenda hipocresía de creer en él y defenderlo mientras se perpetran depravaciones con la que ni Dios ni su idea atea o filosófica es compatible.
Doscientos años no han sido suficientes para desterrar las lecturas del marqués donde aristócratas, ricos y curas deslizaban sus peores instintos sobre los más desprotegidos y débiles: pobres, mujeres y niños.
En los últimos años acudimos desolados ante informaciones detestables de macro-redes de pederastia y pedofilia, verdaderos torturadores de almas infantiles.
Desde innumerables casos en el seno de la Iglesia, pasando por el caso “Pizzagate”, hasta el terror de Jeffrey Epstein que el colectivo activista de Anonymous ha relacionado explícitamente con altos cargos políticos de EE. UU.
Parece que los relatos de Sade, en los que el mal triunfa ayudado por el poder y la inmunidad siguen de plena actualidad: dólares y sotanas siguen tapando las lágrimas de niños sometidos a explotación sexual para pedofilia – fotos, vídeos, etc. – y pederastia -abuso sexual-.
Se siguen ahogando sus gritos, y para más inri, la todopoderosa internet ha creado el mejor canal de contacto para depravados que se excitan en el sufrimiento del otro.
Canalizando por la vía fácil sus propias miserias sexuales, sus complejos y cobardías, su tendencia sexual no aceptada, su pobreza ética o su putrefacta humanidad ocultos tras la pantalla.
En nada ayudan las “liberalizaciones sexuales” que manifiestan que ha de hablarse sobre todas las parafilias –donde se encuentra clasificada la pedofilia- como peculiaridades eróticas; estos desequilibrados que defienden esto son los mismos que hablan de la zoofilia y el incesto como cuestiones meramente culturales y tabúes.
¡Efectivamente! son y han de ser cuestiones culturales y evolutivas.
El hecho de que se proteja la indemnidad sexual de los que aún no pueden decidir, o de aquellos que jamás tendrán capacidad volitiva, y que se constituya sin ningún género de duda como delito no sólo legalmente sino como una línea roja ética que no debe cruzarse “bajo ningún concepto” es lo que nos separa de los animales y de los salvajes.
Ya Freud explica de manera brillante en Tótem y Tabú (1913) el modo en el que dado que el sexo es un tipo de violencia -lo vemos en el reino animal y también en nuestras relaciones humanas- debemos crear lugares exentos de ese tipo de violencia.
Por eso castigamos la endogamia y el incesto y no aprobamos, como en otras culturas, el sexo entre padres e hijos o hermanos, amos y esclavos, maestros y alumnos ¡nos parece vomitivo!
Lo que ocurre es que, si nos salimos del plano teórico y vamos a la práctica, existe un desgarrador número de niños que son abusados por sus padres, inclusive, a veces con consentimiento y beneplácito de sus madres, pero también por abuelos, primos o nuevos novios.
Sacian sus deseos de la manera más miserable posible violentando a aquellos que menos herramientas tienen para defenderse, lo más pequeños, y creándoles una huella de confusión, dolor y vergüenza para toda la vida.
De modo que la casuística nos dice que no podemos desterrar esa intuición que nos dice que algo raro pasa en la casa de al lado o en la nuestra, con el profesor de gimnasia o con el cura que se comporta de manera extraña.
Porque los datos hablan, la semilla del mal existe y a veces “pensar mal” es “pensar bien”, pensar real.
○ Nínive A.B
625 31 95 92
C/Azcárraga, 18
Gijón-Asturias
Es así. Así somos los seres humanos. Unos más y en otros algo más atenuado
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