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Del Apocalipsis a la distopía de la asepsia | NÍNIVE ALONSO, Filósofa y Abogada

Actualizado: 3 ene 2022

NÍNIVE ALONSO. ABOGADA, FILÓSOFA


Artículo publicado en los diarios EL COMERCIO y La Voz de Avilés, VOCENTO (lunes 30/03/2020)




El pasado día el Papa Francisco le decía vía skype a Jordi Évole en su especial sobre el coronavirus: “Dios perdona siempre, los hombres a veces, la naturaleza nunca”.


Tan magna estética: el sumo pontífice, bajo su sotana blanca y su muceta, su solideo y anillo del pescador en plata por austeridad, prestaba a la naturaleza una entidad tal, que parecía disponerse por encima de dios, esto me hizo pensar de nuevo en el desgarrador panorama de nuestros días, muertes por cientos …


¿Acaso era la Naturaleza capaz de castigarnos de esa manera?


Repasé: hemos extinguido especies, quemado bosques, y contaminado los mares; arrasado pueblos y violado a las mujeres, maltratado a los animales, y haciendo guerras por dinero, por poder, por religión y por capricho, seguimos traficando con seres humanos, esclavizando a niños de lugares que no queremos ver para sostener nuestras comodidades cotidianas.


Vivimos en la superficialidad absoluta, la opulencia, la amoralidad, despegados de la realidad de las hambrunas, las situaciones de miseria y pobreza extrema.

De modo que no es extraño que ésto, fuese el apocalipsis, del que la Biblia habla. Si bien la Biblia no es real, en tanto que no tiene nada que ver con la palabra de dios, sí tiene que ver con el hombre.


La biblia es una metáfora, como amalgama de conocimientos: filosofía griega, costumbrismo, religión, mitos e historia, tiene una gran capacidad antropológica, nos dice de qué modo hemos configurado la vida los humanos: tenemos presente en nuestro imaginario que si obramos mal durante tiempo sin atender a criterios de justicia, habrá una consecuencia fatal y,


¿qué consecuencia puede haber más fatal para el hombre –anthropos- que el fin del mundo?

Por ello el apocalipsis está presente no sólo en la Biblia sino en creaciones literarias y obras cinematográficas que todos tenemos en mente.


Sin embargo, creo que debemos entender este final no como el final de todos los mundos posibles, sino de nuestro mundo conocido.


Los expertos saben que este tipo de epidemias como el nuevo coronavirus pueden ser nuestro futuro: el cambio climático, la propia autorregulación de las especies masificadas como la nuestra, y el equilibrio natural son en definitiva nuestro devenir;


Moriría un mundo, para dar lugar a otro, recordad ese visionario filósofo griego Anaximandro (s.VII a.C) y sus mundos sucesivos y simultáneos.

Debemos entender y los filósofos tenemos el deber de explicar, que es probable que el mundo, como lo conocemos ahora, acabe para siempr

Sería el apocalipsis de la superficialidad occidental, de la avaricia humana, de los pecados de los poderosos y de la complacencia de las clases medias bajas.

Si finalmente esto fuese así, debemos pensar qué mundo queremos que le suceda, pues todo apunta, a una distopía huxleyana, donde hemos conseguido vencer la enfermedad, sin haber aprendido nada en lo moral.


Imagínense un mundo de distanciamiento, de relaciones virtuales, de mascarillas, y de látex, de sujetos alienados y obsesionados con que otro como él (humano) le pueda contagiar algo, un mundo de salud y tecnología, pero sin amor, sin “piel”.

Todas las sociedades han pretendido evolucionar, el castigo natural viene cuando se han traspasado los límites éticos: ahí deviene el apocalipsis.


Todas las sociedades pretenden rebajar sus dolores y sufrimientos a través de las drogas y los conocimientos terapéuticos y es por eso que son analgésicas, el problema surge cuando pretenden ser anestésicas: ahí deviene la distopía, perfectos robotizados, secuestrados, obsesionados por nuestra propia asepsia a cualquier precio.


Debemos despertar, debemos entender este aviso, para corregir nuestra actuación como individuo, como pueblo, como humanidad, como naturaleza.

□ Nínive Alonso Buznego

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