¿Desescalada? Confundir libertad con desbandada | Nínive Alonso, Filósofa
- Nínive Alonso
- 8 ago 2020
- 3 Min. de lectura
NÍNIVE ALONSO. ABOGADA, FILÓSOFA Y TERAPEUTA ESPAÑOLA
Artículo publicado en los diarios EL COMERCIO y LA VOZ DE AVILÉS (19/05/2020)
La libertad es uno de los conceptos más complejos y poliédricos de los que nos surtimos a la hora de configurar nuestra existencia como individuos.
El problema de la libertad es que aún siendo constantemente utilizado su nombre, hace referencia a diferentes significaciones dependiendo no sólo de la historia sino de los países, las opciones políticas, las diversas normatividades jurídicas y las visiones religiosas, lo que nos deja en un continuo descifrar que sería lo correcto de nuestras acciones más allá de las visiones deterministas, las represiones o métodos coercitivos y más acá de un libre albedrío irresponsable y amoral.
Es por tanto, la libertad, una cuestión filosófica en tanto que sin pretensiones de ser delimitada con muros rígidos e inamovibles y solventada de un plumazo, debe ser tratada de manera rigurosa, justamente para que no ocurran las terribles escenas que hemos visto los pasados días en las fases de la desescalada del coronavirus, donde se ha confundido la libertad con la desbandada.
El desorden, la irresponsabilidad, el incivismo y la falta de respeto por la seguridad física del otro, nos ha puesto un suspenso en libertad.
Es cierto que a todos nos invade de modo directo cualquier norma, y que pataleamos ante la prohibición, pero esa forma de libertad es moderna, y como todo lo moderno, puede perderse por falta de luces y fragua, entiéndase.
Fue el filósofo John Locke quien hizo una gran aportación al concepto de libertad personal e influyó en grandes filósofos como Voltaire o Rousseau, pertenecientes a la Ilustración (s. XVIII) donde se configurará al individuo como sujeto autónomo y con capacidad de llevar a cabo su voluntad.
Será en la Revolución francesa donde se materialice políticamente y por primera vez en la historia, la libertad como derecho inherente a todos los seres humanos.
El peligro del caos, el desorden y las consecuencias de la irresponsabilidad absoluta en aras de una libertad sin razón, sin sentido, ni contrato, como una desbandada de pájaros que salen corriendo tras un disparo, es justamente perder lo que nos ha resultado, aún siendo legítimo y propio, muy difícil ganar: nuestra libertad personal.
Aún a día de hoy, y con los episodios de irresponsabilidad adherida al “yo hago lo que me da la gana, mientras no me pillen” valido para el coronavirus, la conducción bajo las drogas o el fraude fiscal, nos preguntamos si el problema no sean los matices sino si en el fondo todo el constructo de la libertad haya fracasado. Eso sería terrible.
Dense cuenta que hemos tenido que superar aprendizajes y fases como la griega y romana donde la concepción de libertad era la de la polis respecto de otros pueblos, y contaba con la institución de la esclavitud; la cristiana donde la libertad era obrar bien y no caer en pecado y castigo divino; o la medieval, donde la libertad era impensable para los siervos, es decir aquellos que trabajaban para vivir.
Hemos llegado aquí, atravesando dictaduras que nuevamente han usurpado el concepto de libertad o lo han vaciado de sentido, vemos como otras sociedades, culturas y países ni siquiera se plantean libertades que a nosotros nos parecen normales, y sin embargo, con toda irresponsabilidad hemos puesto en entredicho que nos merezcamos la libertad personal.
Hemos comenzado la desescalada del coronavirus riéndonos de las normas de sanidad, burlándonos de la distancia de seguridad y de los horarios, hemos eliminado el mínimo necesario para la libertad real personal: el civismo como obligación de convivencia y respeto por el otro.
Pero ser responsable, ser ciudadano y ser libre pertenecen a la misma cosa, y como tríada indisoluble no existe una parte sin las otras.
Nínive Alonso Buznego
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