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La Terapia Filosófica,una psicoterapia para la reconquista de la felicidad I Nínive Alonso.Terapeuta

NÍNIVE ALONSO. TERAPEUTA FILOSÓFICA. ABOGADA Y FILÓSOFA ESPAÑOLA


Artículo publicado en la Revista de Ciencias Sociales Ábaco, dedicado a la felicidad, nº99, Acerca de la Felicidad, 2019


 

“Vana es la palabra de aquél filósofo que no remedia ninguna dolencia del hombre. Pues así como no hay ningún beneficio en la medicina que no expulsa las enfermedades del cuerpo, tampoco lo hay en la filosofía sino expulsa la dolencia del alma”

Epicuro. Fr. 221

Filósofo griego s. IV A.C

 

Abstract

The current discipline of Philosophical Therapy is presented as a modern update and adjustment of classical therapeutic philosophy, where philosophy is understood and defended as psychotherapy -therapy tes psychés - to alleviate human suffering and establish health in the soul as well that medicine establishes it in the body. Both the teachers Socrates, Plato and Aristotle and the Hellenistic Schools share this therapeutic dimension of philosophy and consider it necessary to achieve emotional balance and happiness. In the article I mention and sketch, in addition, my own emotional philosophical system as a working tool in consultation The Emotional Architecture.


Keywords

Therapy, Philosophy, Psychotherapy, Happiness, Emotional Architecture, Nínive Alonso


Resumen

La disciplina actual de la Terapia Filosófica, se presenta como una actualización y ajuste moderno de la filosofía terapéutica clásica, donde se entiende y defiende la filosofía como psicoterapia -therapeía tes psychés – para aliviar el sufrimiento humano e instaurar la salud en el alma al igual que la medicina la instaura en el cuerpo. Tanto los maestros Sócrates, Platón y Aristóteles como las Escuelas helenísticas comparten esta dimensión terapéutica de la filosofía y la consideran necesaria para alcanzar el equilibrio emocional y la felicidad. En el artículo mento y esbozo, además, mi propio sistema filosófico emocional como herramienta de trabajo en consulta La Arquitectura Emocional.


Palabras clave

Terapia, Filosofía, Psicoterapia, Felicidad, Arquitectura Emocional, Nínive Alonso



 

1. LA FILOSOFÍA COMO "THERAPEÍA TES PSYCHÉS"


“Volvamos para concluir, a la citada visión de la filosofía como medicación para el alma o “cuidado del alma” - therapeía tes psychés- donde Platón al utilizar estos términos recicla una tradición no solo socrática, sino órfico-pitagórica”


Carlos García Gual. Cuerpo y Alma: de Homero a Platón.

Catedrático de Filología griega Universidad Complutense Madrid


Una de las cuestiones más controvertidas a la hora de definir la filosofía terapéutica o terapia filosófica es la de insertarla dentro del cuerpo de psicoterapias, dónde rápidamente los hermanos psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas se ponen nerviosos por defender como suyas tales calificaciones; lo que ocurre que gracias a la historia, la doxografía y la filología podemos rastrear la verdadera y genuina esencia de lo que la psicoterapia es, sin arriesgarnos, ni un pelo, a decir que es el lugar que le es propio por definición y concepto a la filosofía.


Evidentemente disiento de calificaciones de compañeros filósofos como “asesoramiento filosófico”, “consejería filosófica” y demás nombres afines, que prescindiendo de la palabra ‘terapia’ o ‘psicoterapia’ parecen mostrar a nuestra disciplina como silenciosa servidora y obediente complementaria de las grandes psicoterapias que se instauran como verdaderas y salvadoras, además de resultar nombres que deslucen, tras una cobardía velada, la capacidad de revolución, cambio y potencia terapéutica que tiene la filosofía en el mundo en general y en la esfera humana en particular.


‘Psicoterapia’ proviene de la comunión entre las palabras griegas psyché (alma-mente) y therapeía (cuidado y curación) y es según Platón el verdadero cometido de la filosofía; de él da cuenta no sólo en su Apología, donde resulta flagrante, sino en todo el corpus platónico que se mantiene leal al ideal de considerar la filosofía como el remedio de los males tanto del hombre como de la sociedad.


La máxima del pensamiento socrático y de su divino discípulo, inscrita en el pronaos del templo Apolo en Delfos “conócete a ti mismo”- gnóthi seautón- y conocerás el mundo- no es más que la reivindicación constante de la necesidad de investigar a través de la filosofía los recovecos y cavernas del alma, analizando sus partes obscuras y alumbrándolas, en la medida de lo posible, para conseguir el florecimiento humano individual y social: la felicidad.


Esta visión platónica de la filosofía como therapeía tes psychés [i] tiene una marcada influencia de los órfico-pitagóricos, quienes confirieron gran importancia a la cosmogonía así como a la creencia superior del alma y su transmigración o metempsícosis. Este leitmotiv del alma individual como muestra, en pequeño, del alma del mundo, es el mismo hilo conductor que sostiene y posibilita mi sistema filosófico emocional La Arquitectura emocional, que utilizo en consulta y que esbozaré al final de este artículo.


Pero antes, debemos precisar a qué nos referimos con ‘psicoterapia’ o therapeía tes pscyhés cuando nos situamos en el campo de la filosofía emocional. Entendemos como therapeía la conjunción de dos caras de la misma moneda, que posibilitan dos formas de ayuda al paciente dentro de una misma unidad: una, como cuidado del alma y otra, como curación del alma. La filosofía terapéutica supone, por tanto, no sólo un método teórico de discernimiento respecto de lo que el mundo es y los objetos son, sino una potente herramienta bifaz para examinar, cuidar y curar lo que nosotros somos.



2. LA TERAPIA FILOSÓFICA NO LIBERA PARA SECUESTRAR, LIBERA PARA LIBERAR


“Entre las almas cascadas, rotas, pulverizadas, y los cuerpos medicalizados, psicoanalizados, intoxicados, entre los espíritus frágiles, vacilantes, enclenques y las carnes angustiadas, gangrenosas, putrefactas, la filosofía ofrece la tangente de un camino que conduce al apaciguamiento”


Michel Onfray. Teoría del cuerpo enamorado.

Filósofo francés, fundador de la Universidad Popular de Caen


La Terapia Filosófica actúa primeramente como análisis y conceptualización de lo que son las pasiones (envidia, amor, erotismo, ambición, cobardía,…) y de qué modo nos afectan emocionalmente (alegría, tristeza, compasión, miedo, vergüenza,…) es la parte de análisis, reflexión, aprendizaje y prevención. A esta disección de las problemáticas, clasificación y tematización le sigue la parte de cura de aquellos problemas existenciales y emocionales que quiebran nuestra alma y que nos impiden alcanzar el bienestar y que, por su naturaleza circunstancial, pueden ser subsanados con el adecuado trabajo de diálogo, disciplina y cambio pautado y tutorizado por el terapeuta para reajustar la actitud del individuo consigo mismo y con la sociedad que le rodea.


La forma de cuidado y comprensión de la filosofía actúa como paliativo y acompañamiento de aquello que, de ningún modo puede ser cambiado totalmente (como una dolorosa pérdida, una enfermedad mental, una circunstancia insalvable,…) pero con lo que hay que aprender a convivir. Aquí la labor del filósofo , dado su nivel generalista, se centra en ayudar al paciente a organizar y re-conceptuar esa nueva realidad, así como descubrir en él nuevas virtudes o fortalezas, desechar ideas que no le benefician y establecer nuevos objetivos para la cosmovisión y forma de vida que le sea más adecuada para su bienestar y equilibrio.


Esta cualidad bifaz (cura y cuidado) de la terapia filosófica encuentra su paralelismo más directo con la medicina, no es casual que Epicuro sostuviese que la filosofía es la medicina para el alma, de modo que al igual que no todas las enfermedades del cuerpo se curan con una medicación puntual y transitoria, tampoco todas las enfermedades del alma se curan de este modo, pero sí pueden cuidarse. Imagínense: en una infección, el médico tras un análisis de nuestro caso particular, nos receta un medicamento que nos cura, pero si tenemos una enfermedad crónica como la hipertensión el tratamiento ya no es de cura puntual, sino de cuidado médico continuado. La filosofía terapéutica opera del mismo modo y es tan potente para el alma como la medicina para el cuerpo, pero ni es, ni se le pretende, mágica, ni infalible, como tampoco lo es la medicina.


De modo que lo idóneo en determinados problemas de salud mental será la correcta combinación de ambas terapéuticas: la médica y la filosófica. Bastaría con relatar unos cuantos ejemplos de mi propia casuística en consulta, para ver de qué modo tan notable mejoran los pacientes sometidos a necesario tratamiento psiquiátrico (y cuando digo necesario me refiero a neurolépticos o antipsicóticos, y no a ansiolíticos y antidepresivos que son psicofármacos accesorios no necesarios) en cuanto al entendimiento general de su enfermedad así como la interactuación entre realidades diversas en las relaciones con los otros. En definitiva, la potenciación de esa nueva realidad a través de carreteras secundarias del pensamiento, así como vertientes artísticas y literarias que les puedan llevar a lugares hermosos y cálidos de nueva oportunidad, posibilitados por la visión filosófica que desde Erasmo de Róterdam a Jean Baudrillard pasando por Michel Foucault [ii] -y que yo comparto totalmente- sostiene que “la locura” es en gran medida una conformación social, y que aunque, evidentemente hay que trabajarla para neutralizar aquello que nos angustia de ella y reducir el daño que pueda generar en otros, no debe asustarnos y debemos investigar la luz y sabiduría que de ella se desprende cuando la utilizamos para cosas bellas y buenas.


Por todo ello, el terapeuta filosófico, en unos casos orientará en un determinado lapso de tiempo al paciente, y en otros se convertirá en un orientador vital fijo si la situación lo requiere y el paciente lo tiene a bien. Es, en estos casos de seguimiento continuado en el tiempo, donde el paciente pasa a ser un discípulo, calificación que adquirirá un plus de sentido doble y noble cuando el paciente además sea un filósofo. Es importante remarcar que aunque se dé este discipulado, será de clara diferencia con otras psicoterapias, formas de vida sectaria o religiones, puesto que la naturaleza misma de la filosofía terapéutica insta y obliga a enseñar las herramientas propias de la disciplina al paciente en pro de su autonomía y autosuficiencia, y por tanto aún siendo éste, seguidor y discípulo, sea por decisión y no por dependencia.


La filosofía terapéutica no es tampoco patologizante sino comprensiva de las diferencias de las realidades humanas y debe estar siempre del lado de la libertad, es por ello que mi planteamiento, es siempre combativo, y no tolero bajo ningún concepto, el victimismo como opción filosófica, pues nuestro objetivo, no es otro, que liberar a los hombres de las cadenas que los hacen infelices y enseñarlos a vivir sin miedo a la libertad como diría Erich Fromm y por ello, no debemos tratar al paciente como un elemento secuestrado por la propia dinámica terapéutica, sino enseñarle a vivir filosóficamente.

Y en ese vivir filosóficamente, felicidad y libertad son objetivos centrales a alcanzar tras el trabajo y disciplina necesaria y adecuada. Esa libertad a conseguir lo debe ser tanto de las etiquetas y representar social (no olvidemos el equilibrio ser/tener/representar para la felicidad en Schopenhauer haciéndose eco de Aristóteles) –elementos externos-. como de nuestros propios elementos internos que puedan hacernos presos de nuestras pasiones -los vicios, las adicciones, los miedos, la envidia, los complejos, etc. -, así como una libertad frente a la terapia misma.


Sería ilegítimo, y sin ética que la filosofía actuase como otras psicoterapias, insertando al paciente en un cuerpo de patologías férreo y sin posibilidad mínima cambio, pues su cometido no es liberar para secuestrar sino liberar para liberar entendiendo que no hay felicidad en un hombre que no sea todo lo libre que puede ser.



3. TRAS LAS HISTÓRICAS HUELLAS DE LA FILOSOFÍA TERAPÉUTICA


“Todas las escuelas filosóficas de Grecia y Roma, concibieron la filosofía como un medio para afrontar las dificultades más penosas de la vida humana. Veían al filósofo como un médico compasivo cuyas artes podían curar muchos y abundantes tipos de sufrimiento humano”


Martha C. Nussbaum. La Terapia del deseo

Filósofa estadounidense, Premio Príncipe de Asturias Ciencias Sociales (2012)


Podríamos dividir de modo pedagógico, la historia de la Terapia Filosófica, en dos cuerpos: por un lado la parte de recuperación y reconquista actual de la disciplina proyectada tanto a nivel divulgativo, como a nivel riguroso y por otro lado, previo y más importante, el nacimiento, el desarrollo y el clímax de la filosofía terapéutica desde Sócrates (s. V A.C.) hasta la finalización del período helenístico (s. I A.C), cuatrocientos años de una visión filosófica plenamente práctica y aplicada a la vida, que coinciden no casualmente con el período de esplendor no sólo de la filosofía, sino del pensamiento en general en nuestra madre nutricia Grecia. Evidentemente, la luz de Roma el Imperio más esplendoroso y magnánimo, no hubiese sido posible sin el caldo de cultivo griego, como no hay perfume sin esencia, y el estoicismo, es decir, la visión filosófica por antonomasia de este período de esplendor romano, no es ni más ni menos que una de las formas, o sistemas de filosofía terapéutica o terapia filosófica.


Por tanto mi declaración de intenciones es un paralelismo claro entre individuo y sociedad, y así como no hay sociedades esplendorosas, triunfantes, magnánimas que alumbren la historia de la humanidad si dejan a un lado la filosofía como algo alejado, abstracto y reducido a lo teórico, no hay individuos que sean esplendorosos, triunfantes, magnánimos y felices sin dejan de lado la filosofía.


Y en esta reivindicación de la filosofía como herramienta de análisis y equilibrador de las pasiones tanto sociales como individuales, se inserta de modo cercano y divulgativo Más Platón y Menos Prozac de Lou Marinoff (1999) el best-seller se proyectó internacionalmente la disciplina actual o recuperación de la práctica filosófico-terapéutica comenzada diez años antes por el alemán Gerd Achenbach. El canadiense Marinoff proponía de modo valiente una clara y directa crítica a las psicoterapias como la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis por considerarlas ciertamente patologizantes, es decir, convertidoras profesionales de los pacientes en enfermos crónicos –sin posibilidad de cambio- y en el peor de los casos consumidores ad infinitum de los psicofármacos como los ansiolíticos y los antidepresivos, que cómodamente prometían (y prometen) la felicidad con las pastillas; promesa que casi nunca cumplen y que como consecuencia se le une, a esa falsa esperanza, el sentimiento de fracaso del paciente respecto de su propio bienestar. La actitud de Marinoff, como la mía, es la de que no se consigue ningún objetivo sin esfuerzo y trabajo. Pero como dije previamente, este hito divulgativo del libro casuístico Más Platón, no debe entenderse aislado sino contenido en el hondo calado que la filosofía terapéutica ha tenido en la historia del pensamiento.


No sólo los grandes maestros Sócrates, Platón y Aristóteles nos proponen continuamente pautas, máximas para nuestra mejoría emocional, sino que han existido grandes escuelas de filosofía terapéutica a lo largo de la historia, estas son las escuelas helenísticas, principalmente los cínicos, los epicúreos y los estoicos. Estas escuelas de filosofía suponen también un precedente muy importante de la actual disciplina así como un nutriente infinito de claves de aplicación terapéutica.


La filósofa estadounidense Martha Nussbaum realiza un análisis puntilloso y exhaustivo de los argumentos terapéuticos de la filosofía en su libro La Terapia del Deseo: teoría y práctica de la ética helenística (1994) y se centra tanto en Aristóteles como en estas escuelas, con especial atención en la figura de Epicuro y del estoico Séneca.


Cabe destacar su hincapié en que los razonamientos terapéuticos –logoi-, se utilizaban no sólo como forma general de análisis teórico, sino con el objetivo práctico de mejorar la salud de los individuos de estas comunidades. Estas pautas terapéuticas eran concretadas para cada problema y paciente -como lo son ahora- manteniendo las características propias de un buen argumento: coherencia, claridad en las definiciones y ausencia de ambigüedad. Estos remedios o logoi tendrían como objetivo principal la buena vida y la liberación del sufrimiento, y seguirían un proceso terapéutico: primero una explicación o confesión del paciente de sus dolencias y padeceres del alma, luego un análisis por parte del filósofo-terapeuta de la situación de dicha situación, y por –último, unas pautas de trabajo que debían ser seguidas por el paciente-discípulo para su mejoría.


Las enseñanzas de estas escuelas sobre la autosuficiencia –autarkeía-, la imperturbabilidad del carácter - ataraxia- y el autoexamen, siguen estando vigentes y aunque requieren la actualización a la sociedad contemporánea y a sus particularidades, se mantienen como pilares fundamentales del estudio de la felicidad, y de la felicidad misma.




4. LA HONORABLE RECONQUISTA DEL TERRITORIO PERDIDO DE LA FELICIDAD


Líneas arriba anticipaba mi vertiente combativa, y lo hacía a sabiendas de tener el deber de explicar por qué utilizo la palabra ‘re-conquista’ en vez de ‘conquista’ como hizo de modo brillante el filósofo inglés Bertrand Russell en su libro La conquista de la Felicidad (1930). La razón es porque, aunque pienso como él que la Felicidad es una búsqueda en la que hay que sumergirse y trabajar, creo firmemente que ese lugar al que hay que llegar no es un territorio de nueva adquisición sino un territorio perdido, donde llegar significa volver.


Es decir, creo que la felicidad es un territorio nuestro por derecho, como lo es de todos los seres con lo que compartimos el mundo, pues el hombre y el perro nacen felices, un bebe puede llorar pero al momento vuelve a sonreír, y un perro juega nada más caminar, eso no puede ser sino producto de una felicidad innata e inherente a la vida natural. De modo que, si nuestra vida fuese una película que pudiésemos rebobinar hacia atrás tantas veces como fuese necesario, podríamos identificar el momento justo en el que comenzamos a perder nuestra alegría, y el momento justo en el que perdimos del todo la felicidad.


Suerte tiene aquel, que nunca pierde ni cede un centímetro de tierra manteniendo intacta la felicidad, pero tristemente es el caso contrario el que se da más veces, es decir, que el hombre pierda ese territorio suyo bien por sus propios errores, bien por las duras circunstancias a las que se vea sometido, o bien por el sistema propio de intereses de la sociedad así como de las personas con las que, por azar, se tope en la vida.


De este modo, aquel que haya perdido su Felicidad debe comenzar a luchar por el territorio que le corresponde por derecho propio actuando honorablemente en sus batallas. Ese hombre algunas veces tendrá que luchar contra los enemigos que pretenden usurparle lo que es suyo, otras, contra aquellos que dicen regalarle (felicidad) pero esconden una trampa –los vicios ocultos de la cosa que diríamos en derecho- y muchas veces contra las barreras que él mismo se ponga , por flaqueza o cobardía. En esa reconquista es posible que necesite un maestro que guie sus estrategias combativas, y este sería, sin duda alguna, el filósofo,

No es de extrañar que dadas estas premisas, denomine a mi proyecto terapéutico y sistema filosófico emocional, La Arquitectura Emocional.



5. POR UNA PROPUESTA SISTEMÁTICA: LA ARQUITECTURA EMOCIONAL



“No dejemos que nadie secuestre nuestra casa, invada espacios donde debemos mandar sólo nosotros, nadie es dueño de nuestra vida, nadie puede abrir o cerrar nuestras puertas a su antojo, porque nosotros y sólo nosotros debemos tener la llave de nuestra Casa Emocional: la llave de nuestra Alma”

Nínive Alonso. Felicidad y Filosofía: la Casa Emocional[iii]

Habitualmente acudimos actualmente a un acervo de filosofía terapéutica, vertebrada fundamentalmente en libros que tratan de ayudar con máximas y consejos desde un punto de vista filosófico los sinsabores y decepciones de la vida, así como dar pautas para un vivir más alegre y feliz. Esto es de gran importancia, y muestra cada vez más, que los filósofos tenemos mucho que aportar en cuanto a todas las esferas de la vida, sin embargo, y gracias a mi trabajo diario en consulta totalmente pegado a los problemas concretos de la gente, pude darme cuenta que aunque los consejos o pautas directas eran muy útiles para los casos concretos, podían perder peso o incluso olvidarse pasado el tiempo si no se contenían en un sistema o cuerpo que los abrazase y organizase espacial y conceptualmente.


Unido a esto observé, también que la gente esperaba ser curado ipso facto tras la lectura de un libro de filosofía emocional, como si de magia se tratase, de modo que comencé a explicarles que la filosofía terapéutica era beneficiosa para la salud del alma, en tanto que es teórico-práctica y que al igual que un libro de medicina no cura enfermedades sino que es el médico de modo particular o práctico el que las cura, un libro de filosofía no cura las dolencias del alma, sino que es el filósofo-terapeuta el que las cura y cuida con las matizaciones que hemos descrito al principio de este artículo.


Los libros de medicina al igual que los libros de filosofía tanto académicos como divulgativos son una fuente de información teórica y de aprendizaje muy importante pero la terapéutica tanto médica como filosófica se hace en consulta, bajo las premisas de disciplina y seguimiento, al igual que las escuelas terapéuticas de la antigüedad.


De modo que tomando estas precauciones comencé a diseñar un sistema filosófico emocional con el que trabajar en consulta los problemas emocionales de los pacientes: La Arquitectura Emocional; una macro-herramienta con una gran carga platónica y una marcada influencia del renacimiento y de la visión vitruviana – recuperada por Leonardo- del hombre como un microcosmos en el macrocosmos del mundo.


Pensé que si las pautas fundamentales de la Felicidad en Filosofía, eran la autosuficiencia, el equilibrio, y la libertad, no podría haber un ejemplo más gráfico que la visión de un proyecto de vida propio como si fuese la construcción de una obra arquitectónica. Si bien es cierto que mi sistema filosófico emocional se vertebra en diferentes construcciones metafóricas y previas geométricas, para el tratamiento de diversos situaciones problemáticas de vida, todas tienen los elementos fundamentales en común de relación equilibrada entre estructura y belleza, en el amplio sentido de sendas palabras, y se utilizan como metáforas conformadoras de un cuerpo donde se insertan las pautas particularizadas para cada caso concreto, en la búsqueda de lo razonable.


La Arquitectura Emocional plantea que cualquier obra arquitectónica, y por ende cualquier forma vida debe conseguir además de un espacio libre donde erigirse - el territorio que debemos reconquistar-, una armonía entre razón y emoción –lo razonable- que posibilite una construcción equilibrada, proporcionada y feliz de nuestra existencia.


Por tanto, y a modo de conclusión, propongo la terapia filosófica, como una herramienta para nuestro legítimo derecho de reconquista del territorio perdido de la Felicidad, para construir en él de modo libre, autosuficiente, y armónico nuestra forma de vida arquitectónica y propongo al filósofo-terapeuta como el maestro constructor en esa obra de arquitectura. Si bien es cierto, que otros construyen casas sin planos, y vidas sin planes, pero ese, amigos, ya no es nuestro problema.

 

Notas texto

[i] Cabe destacar los estudios del médico y filósofo Pedro Laín Entralgo, en su libro La curación por la palabra en la antigüedad clásica (1958) donde se muestra, también, a la sofística como complementaria de la filosofía en su labor terapéutica sobre las dolencias del alma. [ii] Se hace referencia principalmente a la obras Elogio de la Locura (1511) de Erasmo de Róterdam, Historia de la locura (1961) de Michael Foucault, y a todo el corpus baudrillardiano como sistema iconoclasta de los conceptos tradicionales de realidad, otredad, locura, verdad, lucidez, etc. [iii] La Casa Emocional, es la metáfora arquitectónica que utilizo para explicar lo que considero que son los mínimos de un Alma Feliz Sólida, la cita corresponde al ensayo Felicidad y Filosofía: la Casa Emocional. Periódico Irreverentes, disponible online, https://periodicoirreverentes.org/2018/08/06/felicidad-y-filosofia-la-casa-emocional/

 
 
 

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