Mascarilla en detrimento de la identidad (máxime la femenina) | Nínive Alonso, Abogada y Filósofa
- Nínive Alonso
- 5 ene 2022
- 3 Min. de lectura
Artículo publicado en EL COMERCIO y La Voz de Avilés (Grupo Vocento), (05/01/2021)
Por NÍNIVE ALONSO
Abogada y Filósofa
Era en Egipto, estaba en un crucero por el Nilo, y disfrutaba de una embarcación de ensueño con las mejores y más modernas instalaciones pero tomándome un cóctel en una de las cafeterías vi que dos camareros se reían de mí, cuchicheaban entre ellos y me miraban de reojo, muy molesta me dirigí hacía ellos y les reprobé su comportamiento, en mi escueto inglés dije: What’s the matter?, ellos señalaron mi boca, mi pintalabios rojo, ¡eso les hacía reírse!
Más tarde me enteré que era una de identificaciones de las mujeres prostitutas en Egipto: dejar la boca visible con los labios pintados con carmín. Lo que para mí, mujer occidental, era una expresión más de la moda, el “rouge Chanel” suponía, sin embargo, una manifestación muy concreta en un país, que aún adorado por su innegable valor histórico, era, junto con otros, paradigma de la invisibilización de la identidad femenina. Las caras borradas de las mujeres. Ahora me encuentro en mi país España, paseo por la calle sin conocer a la gente, de suerte les veo los ojos y cada vez menos porque el contacto visual casi ha desaparecido por las calles. La mascarilla supone una barrera psicológica tal que elimina el lenguaje de la cara, el lenguaje no verbal indispensable para la comunicación y el hermanamiento de los ciudadanos, aún desconocidos. Acuérdese, antes uno sonreía en una acera estrecha al encontrase de frente con alguien, en una cola lenta del supermercado o a los niños que correteaban, un gesto de sonrisa, un gesto facial que ahora parece un lujo ver. Esto plantea un escenario apocalíptico sobre el que ya reflexioné en diferentes artículos, también en este medio, que en su momento nos lo presentaron como transitorio, con medidas necesarias hasta el estudio científico de la covid-19 y diseño de las diversas vacunas y el análisis científico de las formas de transmisión del propio virus. Nos dijeron que el virus se transmitía a través de los aerosoles en lugares cerrados sin suficiente ventilación y a través de las gotículas, las gotas de saliva que al hablar se despedían y contactaban con las mucosas de las otras personas. A estos estudios científicos se le dieron las salidas de: distancia de seguridad y mascarilla obligatoria hasta conseguir la inmunidad de rebaño a través de la vacunación de la mayor parte de la población, así como mantener ciertos protocolos de limpieza y distancia personal. Sin embargo, hemos sido buenos, nos hemos vacunado, hemos cumplido lo que se nos dijo, y de nuevo se nos impone una mascarilla de protección en el exterior que ni encaja con las investigaciones de los expertos, ni supone una real y efectiva medida de contención, pero lo que sí supone y es lo que me preocupa profundamente, son dos cosas gravísimas: La primera, en esfera jurídica, esta forma cambiante de actuar entraña para los ciudadano la sensación (real) de arbitrariedad de las normas:
Vemos un cambio constante de la normativa que nos subsume en una inseguridad jurídica en la que uno ya no sabe qué hacer para estar dentro de la ley, qué hacer para no ser sancionado, de modo que deja de hacer todo por miedo, ¡esto es gravísimo! La segunda, en esfera filosófica, la inútil imposición de la mascarilla en el exterior, supone el detrimento o daño moral de la identidad a través del borrado generalizado de las caras,
Máxime en las mujeres que, occidentales, mantenemos “como oro en paño” nuestra cara al aire, nuestra sonrisa y si queremos, nuestros labios pintados de rojo.
¡Esto es terrible e intolerable! ○Nínive Alonso Buznego
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