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Vacunas, el otro jardinero fiel | Nínive Alonso, Filósofa y Abogada

NÍNIVE ALONSO BUZNEGO. ABOGADA, FILÓSOFA Y PHILOSOPHICAL COUNSELOR ESPAÑOLA


Artículo publicado para el diario EL COMERCIO (miércoles 17/02/2021)


Cuando vi en el cine El Jardinero Fiel (Meirelles, 2005) quedé realmente impactada, era yo muy diferente, quizá muy científica, quizá crédula y desde luego, ni la mitad de leída ni escéptica. Necesité tiempo para asimilarlo.


Aún no había conocido al filósofo de la ciencia Paul Feyerabend y sus lúcidos y descarnados ensayos como Tratado contra el método (1975) o Adiós a la razón (1987), y eran para mí tan ajenos como su último anarquismo epistemológico, producto, muy probablemente, de un desencanto personal y absoluto sobre lo que la ciencia es y lo que indignamente la rodea. En esta misma línea, me muevo.


Existe un cierto escepticismo intuitivo y natural, al puro estilo de Pirrón, nada desdeñable, que hace desconfiar, como es lógico, de todo lo que rodea a la investigación sobre la covid y sus vacunas

Aunque para muchos les serán ajenas las diferencias entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación, y aquello de que sólo se considera verdad la hipótesis científica que es cultural y socioeconómicamente aceptada, y como no, el innegable factor historicista de la misma, lo que aprendimos con La estructura de las revoluciones científicas de Kuhn (1962), todo ello supone un cambio radical en la visión sobre lo que nos ocupa, esto es, las investigaciones científicas.


Entendiendo y aceptando, que a los filósofos es decir, a los profesionales del pensamiento, ni se nos lee, ni se nos escucha, o al menos no profundamente, parece, sin embargo, no ser menester en este caso, pues ya existe un cierto escepticismo intuitivo y natural, al puro estilo de Pirrón, nada desdeñable, que hace desconfiar, como es lógico, de todo lo que rodea a la investigación sobre la covid y sus vacunas, así como su disponibilidad o eficacia. ¡Cualquier afirmación resulta un riesgo!



El filme El Jardinero Fiel, nos muestra (cambiando los nombres del fármaco y compañía) los intereses netamente económicos de la industria de la salud, que pasan por encima de cualquier criterio de humanidad

Además, si todavía alguien quería ver a las grandes multinacionales farmacéuticas como hermanitas de la caridad éticamente incontestables, ha bastado con que enseñen la patita para que se intuyan las relaciones sospechosas que mantienen con la economía.


Los gobiernos aduladores comprados se apresuran a extender cheques para que los que verdaderamente dominan el cotarro, les dejen reservada su dosis de salud, y si me pongo protagórica su dosis de creencia, ¡en fin!


Y aquí entra, la necesaria mención a esa joya cinematográfica El Jardinero Fiel, basada en la novela homónima de John Le Carré, y a su vez en la historia real de los ensayos y pruebas antiéticas llevadas a cabo en niños nigerianos a finales del siglo XX por una gigante farmacéutica -actualmente más en boga que nunca- .


El filme nos muestra (cambiando los nombres del fármaco y compañía) los intereses netamente económicos de la industria de la salud, que pasan por encima de cualquier criterio de humanidad, pisoteando los razonamientos bioéticos, los derechos humanos y los derechos de los animales, para encontrar de la manera más deleznable un mayor y más rápido lucro, donde la salud es sinónimo de negocio.


En la realidad actual, como si de un nuevo jardinero fiel se tratase, la desinformación de los sujetos pasivos –nosotros- y las continuas reservas de los intermediarios –los gobiernos- con su fragmentación política y su continua interesada confrontación pública, ayudan a los activos –las multinacionales farmacéuticas- a poner la guinda al pastel de la vergüenza.


Esta es, que aún desarrollado la vacuna con notables inyecciones de dinero público, y seguramente con la “vista gorda” sobre protocolos éticos y tiempos necesarios, en aras de la urgencia y de la salud pública, todavía pretenden tener -y tienen- el domino de las fórmulas, como si de situación normal se tratase, sin que los órganos mundiales parezcan tener el poder coercitivo necesario para hacerlas cambiar de opinión, pidiéndoles por favor y sacando cheques donde habría que sacar tanques.


Son estas cosas las que le hacen a uno reflexionar, que en el comunismo podrían ocurrir otras cosas, pero una como esta ¡jamás!


Nínive A.B □

Nínive


 
 
 

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